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miércoles, 23 de mayo de 2012

“Tranquilo chico, nos voy a hacer campeones de Europa”

Münich, 19 de mayo de 2012. El Bayern, club tantas veces protagonista en finales y grandes choques europeos a lo largo de la historia del máximo título del continente, afrontaba otra final más, en casa, con el papel de ligero favorito, eliminando al Real Madrid de Mourinho en semifinales, con una muy buena generación de futbolistas, con estrellas mundiales, pero, sin esa sensación de equipo aplastante como el de 1975 o el de 2001. En frente, un equipo venido a menos en los últimos años respecto a su nivel espectacular que iniciaba un ciclo hace 8 años y que había llegado a esta final más que por su alarde futbolístico y poderío ofensivo, que lo tiene, por su orden táctico, su entrega y quizá por…¿Suerte?. No lo sé, pero se que la historia le debía un éxito europeo, más concreto, la historia le debía una Champions League a este equipo.
El Chelsea afrontaba su segunda final de la historia y segunda en cinco años. Llegaba con el a priori handicap de jugar el partido decisivo para el título en la guarida rival, o no… Y tras eliminar al FC Barcelona en semifinales, el vigente campeón. Eliminarle muy meritoriamente, con inteligencia, sacrificio y con algo de ¿fortuna? Sigo pensando que era el destino, exista o no, el que se empeñaba en ponerse al lado de los londinenses. No es extraño en el mundo del deporte ver ya como una final trascendente en el papel de anfitrión puede pasar de ser la mejor imaginación posible a una desolación. Tanta ilusión tenían los muniqueses por este título en este contexto, que pasaron todas las rondas posibles (desde la previa, en agosto) con mayor o menos brillantez, pero lo hicieron. Tanto empeño pusieron en ella que quizá no afrontaron bien la distribución de fuerzas en el tramo final de temporada, dejándose llevar en la Bundesliga e, incomprensiblemente, bajando atrozmente su acostumbrado nivel en la final de copa Alemana. Fallaron en sus dos partidos claves ante el Dortmund. Pero estaban donde querían, en su final. Heynckes había cumplido su objetivo primordial marcado al principio de campaña. El invitado al baile, venía marcado por una temporada con más decepciones que alegrías. Tras la marcha de Villas-Boas llegaba Roberto Di Matteo, un desconocido para muchos, para afrontar los últimos dos meses y medio de competición. Conocido antes por entrenar al West Bromwich Albion, con el que hacía un juego muy atractivo. Di Matteo, como opinión personal, pienso que se ha adaptado a lo que ha tenido. Con lo que tenía ha hecho lo que podía y lo más efectivo. Muchas críticas sí, pero en su lugar muchos hubieran hecho lo mismo. Para mí, gran trabajo. Le dotó al equipo de más sacrificio, tanto que sacrificó a Sturridge, de lo poco salvable del Chelsea hasta entonces. Y sobretodo le dio orden, mucho orden. Salvó un match-ball ante el Nápoles, eliminó correctamente, aunque sufriendo, al Benfica y, tras la ya mencionada eliminatoria ante el equipo de Guardiola, llegaba a la final con las bajas de Meireles, Ferry, Ivanovic y Ramires (para mí la más importante). También ha habido cosas buenas en los blues; la eclosión de Mata, la unión del núcleo duro del equipo, cambio psicológico en el vestuario, Gary Cahill y, por supuesto, el espectacular estado de forma de dos de sus figuras más importantes. Petr Cech y Didier Drogba. La clave de todo.


Debía estar escrito en algún lado, era el momento del Chelsea, el momento de un grupo de futbolistas que llevan luchando juntos varios años al máximo nivel, el sueño de Abramovich. Di Matteo estaba tranquilo, con su habitual gesto hierático e impasible, y tranquilizó a su equipo, dentro de lo posible para ser una partido de tal calibre. Sabía sus puntos débiles base, y los potenciales ante los alemanes. Y supo en gran medida como paliarlos. El Chelsea no es que tuviera un partido defensivamente bueno, de hecho la defensa estuvo mal en muchos momentos, fue la garra y la fuerza que le echaron junto con el gran rigor táctico lo que desactivó al Bayern. Al igual que frente al Barcelona, aunque este no fuera un partido tan exigente de afrontar como los de los españoles, supo trazar dos líneas defensivas muy sólidas, más bien dos ejes, dos tándems. Los dos centrales Cahill-D.Luiz mantuvieron atado en corto a Mario Gómez en grandes fases del partido. Buen partido de Ashley Cole, perro viejo, tapando a Robben y obligándole casi siempre a ir por dentro, dónde esperarían David Luiz o el segundo eje, Obi Mikel-Lampard. Caso parecido por la otra banda, correcto partido de Bosingwa, para ser él, cierto es que Mikel y Kalou le tuvieron que ayudar en ocasiones para frenar a Riberý.

El Bayern atacó, como suele hacer siempre, en su constante ofensiva. Pero atacó mal, probablemente Heynckes confiará en su habitual modelo para meterle mano al Chelsea. A merced de las dos bajas importantes que tenía, para mí las ausencias de Luiz Gustavo y Alaba pasaron más factura a los de Munich que sus respectivas al Chelsea. El entrenador alemán decidió poner de doble generador a Bastian y Kross, con éxito, ya que fue de lo que mejor le funcionó en el partido. Y optó por Contento para el lateral izquierdo. Sin Gustavo el Bayern perdía más chances en mediocampo, ya que hace suyos muchos balones divididos; y sin Alaba perdía capacidad sorpresiva en el lateral, quitándole gravilla a Riberý y dándole así libertad. Alaba hizo mucho daño al Madrid por ahí. Con esto digo que, Riberý estaba menos cómodo, Robben controlado, Mario Gómez maniatado y Müller desaparecido. Sólo el ya mencionado doble generador inquietaba a los ingleses cuando estos se descolocaban algo. También Müller cuando dejaba su juego al libre albedrío y sorprendía en banda, como hace con Alemania, y como hizo en el gol. Y por supuesto, Lahm, una vez más gran partido del lateral, segurísimo atrás y sorprendiendo como el mejor arriba.

El Chelsea sabía lo que se hacía, conocía como el Bayern les podía hincar el diente y taparon sus posibilidades, querían controlar y hacer esperar. Con Mata y medio Lampard no era suficiente para las transiciones ofensivas en el centro del campo, y eso que el balón pasó por el de Burgos multitud de veces. Y ya voy con él. Ese jugador que te despierta algo dentro. Que te hace admirar este deporte y admirarle a él. Como defendió durante todo el partido, sacrificando su disfrute por el equipo. Como sacaba balones de cabeza en los corners de los alemanes, y como remataba otro para dentro de la portería bávara. Drogba marcó probablemente el gol más importante de su carrera en el 88´, cinco minutos después del varapalo de Müller, sin casi tiempo para reaccionar, en el único saque de esquina que sacó su equipo. Ahí estaba él. Con un remate inapelable, girando todo su cuerpo, acomodando la pelota e imprimiéndole fuerza. Entraba por la escuadra. Estaban dentro.


Era el momento de Didier. El Bayern acabó el partido encerrado, quién se lo iba a decir. Pero era el miedo quién lo hacía. El miedo por perder esa final tan deseada. No podía ocurrir. ¿Cómo podía el Chelsea tener esa suerte? No creo que sea suerte. La prorroga sirvió para que Heynckes concienciara a los suyos. No supo cambiar en el partido el sistema, viendo que si seguía así no le podía funcionar. Pero en la prórroga es otra historia. Riberý entra al área. Penalti. El marfileño, que estaba en todas, le sacude por detrás. Aquí llega el otro héroe. Lanza Robben. Pero no me refería a él. Cech para el disparo y vuelve a hundir al Bayern y a Arjen. Una vez más en una final a Robben le falla algo, pero lo del holandés es otra historia.
 Y llega para mí uno de los momentos del partido. Va a empezar la segunda parte de la prórroga. Va Mata al saque, estaba sólo. Y llega él. Didier se pone en frente y comienza a hablarle al español. Me encantaría saber que le estaba diciendo, me hubiera gustado ser Mata en ese momento. Había que ver la cara de esa bestia parda, y cómo le hablaba. Con que seguridad y confianza. Increíble. “Tranquilo chico, no tengas miedo, nos voy a hacer campeones de Europa”. Llega la tanda de penaltis, el Chelsea llega a ir 3-1 abajo. Pero una vez más remonta. ¡Remonta en los penaltis! No se trata de suerte. La historia actuó. Y fue justa con Drogba. Le dio ese último penalti para coronar a los azules en lo más alto. Y este no falla. Apasionante. Cerró el círculo y la noche. La Champions League había vuelto a engrandecer y guardar en la memoría a uno de esos grandes jugadores. El elefante de ébano ya está en la lista. Aquella Champions del Chelsea. Aquella Champions de Drogba.

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